Detrás de la palabra hombre A.R.V.

¡Oh muerte en vida! Nadie nos salva de esta orfandad.
Vamos y venimos. Subimos y caemos.
Palabra somos y en palabra nos convertiremos.

sábado, 14 de abril de 2012

Armando Roa Vial y su Dicha de enmudecer


Armando Roa Vial nació en Santiago de Chile en 1966. Ha publicado Cartas a la juventud (Antología, 1993); La invención de Chile (antología en coautoría con Jorge Teillier, 1994); El hombre de papel y otros poemas (poesía, 1994); Ezra Pound: Homenaje desde Chile (antología en coautoría con Armando Uribe, que incluye ensayos y traducciones, 1995); El apocalipsis de las palabras/La dicha de enmudecer (poesía 1998); Ezra Pound: Poesía temprana (antología y traducción, 1999); Elogio de la melancolía (ensayos, 1999); Para no morir tan despacio (relatos, 1999); El navegante (traducción de la antigua elegía anglosajona, 1999); Robert Browning. Poesía escogida (edición y traducción, 2000); El mito y la sombra (relato, 2000), y Zarabanda de la muerte oscura (poesía, 2000, Premio Nacional de Poesía de la Asociación de Críticos del arte).
Su obra figura en diversas antologías de poesías publicadas en Chile, y en antologías editadas en España, Argentina y Estados Unidos.


DE LA PALABRA EN LA PALABRA

respiración y saliva. carne verbal.
una palabra, ya sabes.
como un atribulado hilo de luz
en medio de la noche. sin sosiego.
soterrada inútilmente en el papel.
resonando para nadie.
junto a otras palabras. a otros nudos amargos
desbautizándote. consumándote a medias.
desbordándote en un torpe espejismo.
rompiéndote en mil muertes posibles.
sóplame a gusto, maese Browning.
invítame a sobrevolar tu Nada.
a burlar todos tus sueños.
una máscara. liviana y gris. eso soy.
en una aviesa conspiración.
arrinconando tu sombrío universo.
después de arduas navegaciones.
cuando ya no encuentras nada
en que apoyar tu voz
y el aire comienza a escasear en el poema.
a nada contesto. a nadie.
barranco abajo me precipito. hurgando un sitio
en el aliento malogrado de las cosas.
cuando la vida ondea a media asta
en la esquiva corriente de la muerte.
un alarde tembloroso, eso es todo maese Browning.
tú y yo, a la intemperie,
balizando con inútiles señales
el oscuro vestíbulo del pensamiento.
no te fíes de mí. Sordello y Paracelso lo sabían.
apenas un balbuceo, no soy más que eso.
un discreto remolino verbal.
cristalizando de golpe. sellando tu suerte.
arrancándote el rostro.
incrustándolo a mí lengua envenenada.
en la inclinación más amarga de todos tus
gestos. cuando ya se acerca el amanecer
y te aprestas a madrugar para nada. para nadie.

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