Detrás de la palabra hombre A.R.V.

¡Oh muerte en vida! Nadie nos salva de esta orfandad.
Vamos y venimos. Subimos y caemos.
Palabra somos y en palabra nos convertiremos.

sábado, 19 de mayo de 2012

Roberto Bolaño Ávalos Consejos para escribir cuentos


Roberto Bolaño Ávalos (Santiago, 28 de abril de 1953  Barcelona, 15 de julio de 2003)  escritor y poeta chileno, cuya novela Los detectives salvajes ganó el premio Herralde en 1998 y Rómulo Gallegos en 1999.
Luego de su muerte se ha convertido en uno de los escritores más influyentes en lengua española, como lo demuestran las numerosas publicaciones consagradas a su obra y el hecho de que tres novelas —además de la ya citada Los detectives salvajes, 2666 y la breve Estrella distante— figuren en los 15 primeros lugares de la lista confeccionada en 2007 por 81 escritores y críticos latinoamericanos y españoles con los mejores 100 libros en lengua castellana de los últimos 25 años.
Su obra ha sido traducida a numerosos idiomas, entre ellos el inglés, francés, alemán, italiano y holandés, teniendo al momento de su muerte contratos de publicación con 37 países, y póstumamente extendiéndose a otros más, entre ellos Estados Unidos. Además el autor goza de excelentes críticas tanto de escritores como de críticos literarios contemporáneos, siendo contantemente comparado con escritores de la talla de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar.
El siguiente texto Roberto Bolaño señala:
Son 12 reglas que según su caprichoso modo de ver las cosas deberías tratar de cumplir si deseas mejorar en el llamado arte de escribir cuentos.
Como ya tengo 44 años, voy a dar algunos consejos sobre el arte de escribir cuentos.
1) Nunca abordes los cuentos de uno en uno,  honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte.
2) Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince.
3) Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, pero lleva en su interior el mismo juego sucio y pegajoso de los espejos amantes.
4) Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo, a Monterroso, a García Márquez. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral.
5) Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura.
6) Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así.
7) Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas intentan imitar a Petrus Borel. Gran error: ¡Deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval!
8) Bueno: lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges.
9) La verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra.
10) Piensen en el punto número nueve. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas.
11) Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, del Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas.
12) Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo.

Augusto Monterroso


Augusto Monterroso (Tegucigalpa, 21 de diciembre de 1921  México, D. F., 7 de febrero de 2003),escritor hispanoamericano, conocido por sus colecciones de relatos breves e hiperbreves. Aunque nació en Honduras siempre se consideró guatemalteco ya que su familia paterna era de este país y durante su exilio vivió en México.  Una de las características principales de su obra es la brevedad acompañada por el humor y la ironía. Uno de sus cuentos es “El dinosaurio”, el cual es considerado el más breve de la literatura en español. 
Maestro de fábulas, aforismos y su papel docente tuvo una importancia fundamental en la formación de los más conocidos escritores hispanoamericanos.





El eclipse
[Cuento. Texto completo]
Augusto Monterroso
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

El dinosaurio
[Minicuento. Texto completo]
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

sábado, 12 de mayo de 2012

Fragmentos para dominar el silencio de Alejandra Pizarnik


Fragmentos para dominar el silencio


I


    Las fuerzas del lenguaje son las damas solitarias, desoladas, que cantan a través de mi voz que escucho a lo lejos. Y lejos, en la negra arena, yace una niña densa de música ancestral. ¿Dónde la verdadera muerte? He querido iluminarme a la luz de mi falta de luz. Los ramos se mueren en la memoria. La yacente anida en mí con su máscara de loba. La que no pudo más e imploró llamas y ardimos. 

II

    Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo. 
    Las damas de rojo se extraviaron dentro de sus máscaras aunque regresarán para sollozar entre flores. 

No es muda la muerte. Escucho el canto de los enlutados sellar las hendiduras del silencio. Escucho tu dulcísimo llanto florecer mi silencio gris. 

III

    La muerte ha restituido al silencio su prestigio hechizante. Y yo no diré mi poema y yo he de decirlo. Aún si el poema (aquí, ahora) no tiene sentido, no tiene destino.


(Alejandra Pizarnik, de La extracción de la piedra de la locura, 1968)

La Jaula poema de Alejandra Pisarnik


LA JAULA

Afuera hay sol. 
No es más que un sol
 
pero los hombres lo miran
 
y después cantan.
 


Yo no sé del sol.
 
Yo sé la melodía del ángel
 
y el sermón caliente
 
del último viento.
 
Sé gritar hasta el alba
 
cuando la muerte se posa desnuda
 
en mi sombra.
 


Yo lloro debajo de mi nombre.
 
Yo agito pañuelos en la noche y barcos sedientos de realidad
 
bailan conmigo.
 
Yo oculto clavos
 
para escarnecer a mis sueños enfermos.
 


Afuera hay sol.
 
Yo me visto de cenizas.








Alejandra Pizarnik


Flora Pizarnik, fue la hija de Elías Pizarnik y de Rejzla (Rosa) Bromiker, ambos inmigrantes judíos rusos que se dedicaban al comercio de joyería. Creció en un barrio de Avellaneda en Buenos Aires, Argentina. Tenía una hermana mayor de nombre Myriam.
Su infancia fue difícil. Hablaba el español con marcado acento europeo y tartamudeaba. Tenía graves problemas de acné y una marcada tendencia a subir de peso. Estas eventualidades minaban seriamente su autoestima. La autopercepción de su cuerpo y su continua comparación con su hermana le complicaron de manera obsesiva. Es posible que comenzara, por esta razón, a ingerir anfetaminas -por las que pronto desarrolló una fuerte adicción-, que le provocaban prolongados períodos con trastornos del sueño, euforia e insomnio. Alejandra padecía lo que se conoce como Trastorno Límite de la personalidad o Borderline.
En 1954, tras el bachillerato, ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Permaneció como estudiante de la Facultad hasta 1957, tomando cursos de literatura, periodismo y filosofía, pero no acabó sus estudios. Paralelamente tomó clases de pintura con Juan Batlle Planas.
Lectora profunda de muchos y grandes autores durante su corta vida, intentó ahondar en los temas de sus lecturas y aprender de lo que otros habían escrito. Así se motivó tempranamente por la literatura y por el inconsciente, lo que a su vez hizo que se interesara por el psicoanálisis.
Firmemente apolítica e influenciada en su lirismo por Antonio Porchia, los simbolistas franceses, en especial Arthur Rimbaud y Stéphane Mallarmé, por el espíritu del romanticismo, y por los surrealistas, Pizarnik escribió libros poéticos de notoria sensibilidad e inquietud formal marcada por una insinuante imaginería. Sus temas giraban en torno a la soledad, la infancia, el dolor y, sobre todo, la muerte.
Su primer libro fue “La Tierra Más Ajena” (1955), editado en Botella Al Mar. Más tarde publicó “La Última Inocencia” (1956), volumen dedicado a su psicoanalista Oscar Ostrov, y “Las Aventuras Perdidas” (1958).
Entre 1960 y 1964, Pizarnik vivió en París donde trabajó para la revista "Cuadernos" y algunas editoriales francesas, publicó poemas y críticas en varios diarios, tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesairé, e Yves Bonnefoy, y estudió historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona. Allí entabló amistad con Julio Cortázar, Rosa Chacel y Octavio Paz, entre otros, siendo este último el prologuista de “Árbol De Diana” (1962), su cuarto poemario, en el que ya se refleja plenamente la madurez como autora que estaba alcanzando en Europa.
Regresó a Buenos Aires en 1964, publicando sus poemarios más importantes: “Los Trabajos y Las Noches” (1965), “Extracción De La Piedra De La Locura” (1968) o “El Infierno Musical” (1971).
En 1969 recibió la beca Guggenheim, lo que le permitió viajar a Nueva York, y en 1971 una Fullbright.
Escribió en prosa “La Condesa Sangrienta” (1971).

El 25 de septiembre de 1972, a los 36 años,  se quitó la vida ingiriendo 50 pastillas de un barbitúrico (Seconal) durante un fin de semana en el que había salido con permiso del hospital psiquiátrico Pirovano de Buenos Aires, donde se hallaba internada a consecuencia de su cuadro depresivo y tras dos intentos de suicidio.
Faltó tiempo para la gran empresa literaria. Alejandra decía que tenía que escribir una novela y que habría de aprender una nueva gramática para llegar a ese fin que rondaba por su cabeza.
Hoy, tiene un monumento en la calle Güemes en Avellaneda.
Dejó como legado una vasta obra, a pesar de su corta vida: un extenso poemario, así como muchos escritos y relatos cortos surrealistas, y alguna novela breve.
§  La tierra más ajena, 1955.
§  La última inocencia, 1956.
§  Las aventuras perdidas, 1958.
§  Árbol de Diana, 1962.
§  Los trabajos y las noches, 1965. Extracción de la piedra de locura, 1968.
§  Nombres y figuras, 1969.
§  El infierno musical, 1971.
§  La condesa sangrienta, 1971.
§  Los pequeños cantos, 1971.
§    El deseo de la palabra, 1975.
§  Textos de sombra y últimos poemas, 1982.
§  Zona prohibida, 1982. (Poemas, muchos de ellos borradores de piezas publicadas en Árbol de Diana, y dibujos).
§  Prosa poética, 1987.
§  Poesía completa 1955-1972

sábado, 5 de mayo de 2012

El tiempo de crear. De Fabiola (Integrante de nuestro Taller)


Estoy sentada en la parte más iluminada de mi casa, cerca de la enorme ventana que da hacia la calle. El día está muy nublado, creo que se va poner a llover en cualquier  momento, lo puedo sentir en el aire. Tomo una y otra vez la enorme taza de té que me ayuda a pensar todas las mañanas, cuando ya no hay  nadie  y me doy cuenta que ese es mi momento del día en que puedo disfrutar más de mi hogar y mi soledad.
En ese instante puedo poner en orden todos los pensamientos que aparecen como imágenes durante el día  en medio de la gente. Pensamientos que son tan intensos que no sabes si son reales o una jugarreta de tu tonta ansiedad por necesitar crear. Me cuesta ubicarlos para darle un sentido a la  historia de mis personajes, lucho con ellos y con el sonido de la calle que a veces se roba casi por completo mi atención.
Vuelvo a ubicar los ojos frente a la pantalla de mi computador para seguir con mi rutina diaria. Esa rutina que me fascina. Cada segundo que pasa puedo transportarme a aquel lugar guardado en lo más íntimo de mi ser. Aquel mundo que aún a mí me cuesta aceptar. Aquel mundo que construyo palabra por palabra, como si éste le fuera a dar un sentido a mi vida.
Las horas pasan y todo fluye tan fácilmente que a veces no quieres regresar.Temo no querer volver de ese mundo y no darme cuenta que la realidad es otra. Realidad en donde personas de carne y hueso me necesitan. ¿Cómo les hago entender que esto es lo más importante que tengo? ¿Cómo les digo que las letras y mis pensamientos lograron ganarle a mi terquedad y me entregué a ellos? ¿Será necesario tener que explicárselos?
Cuando llega la hora de volver, es cuando suena el despertador de mi celular. Sin él, creo que no tendría límites. Tengo que despedirme de David y Alejandra diciéndoles que mañana voy a crearles un mundo mejor, una historia más intensa, pero ellos parecen no entender que me tenga que marchar. En medio del apasionado romance o la acalorada batalla con las espadas y seres sobrenaturales, me tengo que ir a cocinar. Sé que a ellos no les parece, los creé para que fueran intensos y me exigieran bastante, no puedo pedirles que dejen de ser lo que yo misma creé. Cuando los dejo de lado, se apoderan de mis sueños y me muestran que ellos están y quieren que llegue luego a su final. Pero no puedo hacerlo ahora, no cuando me faltan herramientas vitales para que esa historia no quede en nada, no todo es imaginación. La historia de ellos es ficción, pero una ficción desde mi realidad. Lamentablemente si no estoy bien no puedo planearles un buen final y como para mí es una gran historia, merecen un buen final, y así yo también podre descansar.
Mañana voy a empezar todo de nuevo. Trataré de tomar el hilo de la historia desde el punto en que lo abandoné. No será lo mismo, lo sé, pero cuando logro nuevamente concentrarme  a veces lo consigo. Ojalá no existiera el tiempo, todo corre tan rápido en la realidad que no sé si me va a alcanzar la vida para terminar lo que empecé hace unos años, días, meses, horas y segundos.

Efraín Barquero: El poema en el poema


Efraín Barquero, seudónimo de Sergio Efraín Barahona Jofré (* Piedra Blanca, Curicó, Región del Maule, 3 de mayo de 1931) es un poeta chileno de la llamada generación literaria de 1950, Premio Nacional de Literatura 2008.
Sus poemas contienen los elementos esenciales que encontramos a lo largo de toda su obra, ese tono “dialogante” que nos comunica una vivencia poética consolidada, segura; con una voz propia, reconocida e identificable en el panorama de la poesía chilena contemporánea.
Barquero es uno de nuestros grandes poetas vivos. Su discurso poético directo, sencillo en su expresión (aunque igualmente distante de un lenguaje propiamente coloquial como de cualquier barroquismo o hermetismo), es poseedor de lo adquirido en una larga trayectoria poética que, a partir de lo cotidiano, va hacia lo trascendente: lo arquetípico, la muerte, el sentido último del poema, en definitiva, de la poesía.

El Poema en el Poema

Si amé la poesía fue porque creí en ustedes
porque quise hacer de lo disperso una sola unidad.
Cuántas veces fui de la puerta al pozo con los ojos cerrados
y jamás me equivoqué porque tenía sed.
Y yo creí en los hombres cuando el animal abrevan
cuando duermen sentados la última parte de su vida.
Creí en la mujer con su eterno niño en brazos
cuya leche perdona a la madre, al padre y a su hijo.
Creí en el cavador de pozos cuya vida transcurrió sin dejar huellas
andando por debajo de la tierra, buscando el cauce originario de un río
y cuya mirada orienta aún a los caballos
porque conoce la máscara de polvo y de sudor de la sed.
Creí en el eterno captador de venas ocultas
en el nudo apretado de tinieblas que es el árbol.

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Pienso en el poder de mis pocos objetos
que adquieren otro orden al comenzar un poema.
Madera dispersa de un viejo y olvidado naufragio
o vaso desenterrado donde el agua es más fresca.

Ellos son hechos con el polvo de todos los objetos
donde han desaparecido los días anteriores
menos este amanecido y enceguecido resplandor
preso en la telaraña resinosa de un pino.

Cuántas veces se cruzaron en mí dos o tres objetos
haciéndome unir la primera con la última línea
en una imagen indescifrable del lenguaje de las cosas.

Que otros se dejen arrebatar por las cosas hechizas.
Yo pienso en el trabajo hecho por el buen utensilio
de mango suavizado por el amor más durable.
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Los verdaderos poemas son los póstumos
que se escriben a oscuras con la luz del relámpago.

Busquemos la llave que el mismo poeta escondió
en lo más visible del árbol
...................... su desnudez de invierno
o en lo más oculto de la raíz
....................... su sombra cuando florece.

Es bella una página como una mano abierta bajo la lámpara
con que se alumbran las tinieblas del origen
la tierra que un niño al nacer
...................... hace nacer
que un hombre al morir
............ hace morir

Oigamos su acento más puro
......... el de su propio silencio
parecido al silencio del animal mirando el mundo
y sabremos por qué se vive y se muere.
El poeta no alcanzó a decirlo y ése es su mérito mayor.
Abolir el tiempo es escribir un poema verdadero.

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Si un niño entra sin ruido en mi cuarto es porque me vio
cortar una rama florida
como si fuera un ladrón en mi propio jardín.
Y es porque he pensado en él al encender la lámpara.
Siempre pienso en alguien al sentarme a la mesa vacía
y más ahora que han florecido los árboles.

Si un niño entra sin ruido es porque es igual a todos los poetas
quienes recuerdan un solo momento
y hacen de todos los lugares uno solo.

Cuánto se alegra de ver la rama florida en mi mesa
porque toda flor se convierte en su mente en una fruta madura.
Y el niño la olorosa como huele también mi mano.
Así lo he visto hacer con el pan, con el paño que lo cubre, con las cartas.
Y cuánto se alegra de ver todo el jardín en esta sola flor abierta.
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Busco la compañía del agua y de la tierra
y como ya no puedo confundirme con ellas
............. las uno
si desposarlas es coger el barro de que fuimos hechos
amasándolo en mis manos hasta olvidar quién soy.

Yo mezclé la tierra con el agua sin ser alfarero
con una especie de goce doloroso
como si debiera destruir todo lo que hacía con esa pasta sagrada.

Si el poema no es más que el silencio de todos los poemas
la balanza donde se pesan la luz y el aire con el alma
.......... de las piedras
la única mirada que se recobra.
Si el poema es eso
quisiera ser escrito de nuevo por la mano que me creó
en esta misma página, en esta misma mesa y con mi lámpara de barro.